¿Qué tiene que ver un EPUB con el navegador Internet Explorer? Pues nada, la verdad; pero el desarrollo web va de la mano con el del libro electrónico (no en vano el formato EPUB no es más que un puñado de archivos HTML comprimidos). Sin embargo, llegados a este punto de desarrollo e implantación del libro electrónico, creo que hay que abordar algunos de los problemas que toda esta tecnología está provocando y que, sin duda, acabarán por dejarse notar; no sólo a nivel técnico (cosa que, estoy convencido, no le importa a nadie), sino a nivel editorial y a nivel de consumidor/lector.
Saber lo que se puede hacer
En estos momentos, la multiplicidad de plataformas hace virtualmente imposible realizar un libro electrónico que pueda distribuirse en un único formato. No sólo eso, sino que es necesario hacer cambios en los archivos para cumplir con determinadas especificaciones, o para que algunos elementos se visualicen sin problemas.
La variedad de formatos provoca quebraderos de cabeza a todos los niveles: los diseñadores nos las vemos y nos las deseamos para que un texto pueda leerse de forma similar en todas ellas (lo cual conlleva retoques de código ad nauseam); los editores han de testear cada uno de ellos y asegurarse de que las plataformas de distribución los aceptan (cada una tiene exigencias diferentes, claro está); y los lectores se encuentran con libros que pueden leer en su iCacharro, pero no en su Chindel Fair.
Con estos mimbres, lo que suele ocurrir en la práctica es que hay elementos que no se trabajan en un libro electrónico para evitar que el eterno problema de la compatibilidad «dinamite» el diseño final: vídeos en determinados formatos, fuentes incrustadas, cuadros de texto flotantes, espaciados…
Internet Explorer y el desarrollo web
Todo el mundo sabe, más o menos, lo que el navegador Internet Explorer supuso para el desarrollo web. Desde el lanzamiento de su versión 6 se convirtió en la pesadilla de los diseñadores web, puesto que en lugar de acogerse a estándares, como en aquel momento empezaron a hacer Mozilla Firefox o Safari, interpretaba a su libre albedrío ciertas porciones de código.
La cuota de mercado de Microsoft, que además distribuía IE con su sistema operativo Windows, era tan grande que los diseñadores se veían obligados a desarrollar páginas web con decenas de hacks que permitieran que se visualizasen correctamente en ese navegador.
Sin embargo, pronto esos otros navegadores comenzaron a ganar en popularidad y cantidad de usuarios. No eran perfectos, por supuesto, pero en mayor o menor grado se adaptaban a los estándares web y resultaban más atractivos en cuanto a la estética y más eficaces de cara a la navegación.
Aunque Microsoft ostentaba una posición dominante en el mercado, al final tuvo que implementar en su producto las características técnicas necesarias para que se adaptase a esos estándares que permiten, hoy día, que disfrutemos de una experiencia completa y enriquecida.
Hacia un estándar
Ese proceso que ocurrió en la primera década del siglo XXI en el terreno del diseño/desarrollo web no se ha dado en el terreno del libro electrónico. Obviamente, podemos argüir que es un campo aún joven, en desarrollo constante. Sin embargo, si tomamos como referencia el ejemplo citado (y algunos similares en otras disciplinas) podemos señalar unas cuantas medidas que habría que tomar ya para lograr un desarrollo fructífero, no tanto para las plataformas de distribución (que por su tamaño y objetivos no estarán interesadas en abrir ese mercado), sino para el mundo editorial en particular y los lectores en general.
- Formato único: hoy por hoy el formato EPUB es el más adecuado para conseguir prácticamente todo tipo de resultados. Es cierto que para libros complejos, como puedan ser manuales técnicos, libros infantiles, etc., puede tener limitaciones. No obstante, si el mundo editorial apostase en firme por él su desarrollo pronto compensaría esas carencia. Ya existen ahora mismo estupendos ejemplos de libros interactivos realizados sólo con HTML, CSS y JavaScript (lenguajes aceptados por las especificaciones del formato).
- Estándares mínimos: el que cada plataforma/dispositivo interprete «de aquella manera» el código con el que se arma un archivo EPUB debe ser cosa del pasado. Al igual que ocurrió con el soporte a IExplorer y el desarrollo web posterior, autores, editores y diseñadores deben presionar, en la medida de sus posibilidades, para que fabricantes de dispositivos y software, amén de las todopoderosas plataformas de distribución, implementen los elementos necesarios para que un archivo .epub pueda visualizarse de la misma forma en todas partes.
- Documentación: como afirma Brad Neuberg en su artículo The Three Things that Can Transform eBook Development, es necesaria una amplia documentación acerca de los detalles técnicos de formatos y plataformas. Algo parecido a lo que BISG hace con su EPUB 3 Support Grid, pero mucho más extenso: qué plataformas cumplen con los estándares; qué requisitos exigen; qué implementaciones se van añadiendo a los formatos y/o dispositivos; etc.
Estas y otras medidas deberían ser impulsadas, en primer lugar, por las editoriales. En lugar de perder el tiempo preparando distintas versiones de un ebook, o de atender a las demandas de una u otra plataforma, ahorrarían en costes si pudiesen desentenderse de alambicados procesos técnicos y podrían centrarse exclusivamente en los aspectos editoriales. (Otro tema que da para más de un post, pero ya ha habido gente que lo ha dicho mucho mejor que yo.)
La cruda realidad, no obstante, es que las grandes empresas son las que han plantado la primera pica en Flandes al crear formatos (o, por mejor decir, pseudoformatos, puesto que son variantes del EPUB) propietarios cuyas características técnicas les permiten dar apoyo a toda una serie de libros «enriquecidos» que, sin embargo, y a pesar de que muchos de ellos estén diseñados a partir de HTML y CSS, no se visualizan en ningún otro dispositivo/software.
Cambiar esta situación debería ser una de las máximas prioridades dentro del mundo editorial, pero parece que por ahora nadie se interesa por ello. Si dentro de unos años cada editor tiene que abordar tres, cuatro o más versiones distintas de cada libro digital que publique, no duden que será por nuestras malas prácticas actuales.