En estos tiempos en los que la publicación electrónica cada vez se extiende más y en los que el libro en papel tiene sobre sí un futuro algo más comedido que hasta ahora, es bueno (re)pensar la condición sostenible del universo editorial en su conjunto. Algo que ha sido tradicionalmente pasado por alto en una industria que, aunque con sus luces y sombras, ha causado un gran impacto ecológico en la tierra.
La llegada de los ebooks dio una gran batería de argumentos falaces a los paladines de lo digital: menor necesidad de papel, posibilidad de reforestación, menor impacto ambiental, etc. Sin embargo, poco nos dicen esos defensores de la procedencia de los materiales empleados en la construcción de un dispositivo digital: zinc, cobre o níquel cuyos orígenes nos son desconocidos; y además suelen tener un proceso de montaje tan oscuro como controvertido, ya que muchos de estos aparatos se fabrican en países poco desarrollados de Asia. Su comercialización a otras partes del mundo incurre en unos costes ecológicos considerables y, como colofón, su vida útil, limitada por necesidad, tiene como fin vertederos electrónicos cuyo impacto en la cadena biológica es muy alto.
Así pues, lo que queda claro es que tanto la industria editorial tradicional, con sus tintas y sus papeles, como la nueva industria tecnológica del libro, con sus chips y sus metales pesados, son bastante dañinas para el medioambiente. En países como Estados Unidos o Gran Bretaña se han puesto en marcha iniciativas que tratan de alcanzar patrones de producción sostenibles dentro de las industrias del papel, la Green Press Initiative y el proyecto Green4Books. Son decisiones que muestran que empezamos a ser conscientes del impacto de nuestro consumo en el medio, incluso tratándose de algo tan refinado y objeto de respeto como es el libro.
El próximo paso, y urgente por demás, es el ir un poco más allá de la mera reducción y tratar de imponer cadenas de producción que tuvieran en cuenta el proceso de reciclaje de los materiales empleados: libros cuyos materiales puedan reincorporarse al ciclo biológico, tal vez como abonos; papeles compuestos de biopolímeros que puedan ser infinitamente reutilizables; etc. Proyectos todavía un tanto utópicos, pero que deberían convertirse en una prioridad para cualquier industria.